El pensamiento estético de Carlos Alcoleauna aproximación pedagógica a la poética y al proceso creativo del pintor desde las claves hermenéuticas que ofrecen su obra, su legado inédito y su fortuna crítica completa

  1. Alonso Molina, Oscar
Zuzendaria:
  1. María del Carmen Moreno Sáez Zuzendaria

Defentsa unibertsitatea: Universidad Complutense de Madrid

Fecha de defensa: 2014(e)ko urria-(a)k 15

Epaimahaia:
  1. José de las Casas Gómez Presidentea
  2. Teresa Gutiérrez Párraga Idazkaria
  3. José Luis Díez de Ulzurrun Rozpide Kidea
  4. Yolanda García Quilez Kidea
  5. Sara Quintero Pomares Kidea

Mota: Tesia

Laburpena

El pensamiento estético y el proceso creativo del pintor Carlos Alcolea (A Coruña, 1949-Madrid, 1992), son probablemente unos de los más densos, oscuros e interesantes del panorama artístico nacional del último tercio del siglo XX. Su poética, sin embargo, no ha sido todavía estudiada con el rigor ni la profundidad deseable, debido en gran parte a la dificultad misma que entrañan sus escritos, declaraciones, notas y, por supuesto, su propia obra plástica, sobre las cuales no existen apenas acercamientos científicos especializados de naturaleza divulgativa. El presente trabajo de investigación hace asequibles las primeras herramientas interpretativas necesarias para un acercamiento más amplio, profundo y claro a este complejo autor, proporcionando un material cartografiado y establecido que pueda ser utilizado tanto por historiadores y críticos del arte, como por docentes, pedagogos de la creatividad o sus alumnos, e incluso artistas, independientemente de su grado de formación y conocimiento previo sobre el pintor. Para ello, se ha partido de la transcripción y edición de un valioso legado inédito: sus textos no publicados en vida, absolutamente desconocidos. Sin duda, esta primera parte ya justificaría de por sí la existencia de una tesis doctoral que los recopilara e hiciera asequibles al lector unos materiales que ahora ven por primera vez la luz. Pero, más allá, nuestra investigación dedica su segunda parte al establecimiento definitivo de las fuentes y la fortuna crítica del artista. Se trata de la recopilación donde se suman materiales difícilmente localizables en la actualidad, fijándose de manera exhaustiva su recepción crítica, que ha sido sometida a un minucioso proceso de ordenación. Tras estos pasos previos sobre qué dijo en vida el artista y lo que se ha dicho sobre él, procederemos, en una tercera parte, al análisis interpretativo de todos esos materiales en relación con la producción plástica de Carlos Alcolea, el arte de su tiempo, su biografía y su contexto generacional en el más amplio sentido (tanto a nivel historiográfico como a nivel intelectual), con el fin de proporcionar unas claves de lectura que permitan al interesado internarse en los vericuetos significativos de unos textos y unas obras plásticas por lo general oscuros y de naturaleza personal que, gracias a ellas, pueden ser interpretados en su trasfondo estético, filosófico e histórico. A Alcolea y su aguda consciencia de lo que la pintura podía todavía representar en un contexto post-vanguardista le estaba reservado el papel de gozne entre las posiciones conceptuales y la pervivencia y reivindicación de las cualidades materiales de esa vieja disciplina que él amó con pasión, y a la que gustaba de llamar ¿Madama Pittura¿, siempre con mayúsculas. Su idea de la pintura involucró la propia biografía, y de la proximidad de ambas esferas ¿la vital y la profesional-, cabe destacar su lentísimo ritmo de producción, muy cercano a su vida elegante y despreocupada, parsimoniosa, con menos de media docena de cuadros pintados al año por término medio, sobre los que dejaba que se acumulasen anécdotas e interpretaciones, accidentes y ocurrencias, lecturas y reflexiones, pero, sobre todo, grandes retazos de su vida, y antes los cuales acaba siendo inevitable sentir la naturaleza hermética, biográfica, densa y acumulativa que los empuja. La identidad entre el cuerpo y pintura -o entre el cuerpo del pintor y el cuerpo de la pintura, como preferiría decir él- arranca de conceptos de Deleuze, que Alcolea manejó desde casi el comienzo de su carrera; al filósofo francés le debe también gran parte de sus intereses por lo superficial frente a lo profundo, de lo liso frente a lo estriado, de lo desarticulado jerárquicamente frente a las estructuras verticales, de esa pintura ¿haciéndose el muerto¿ que él practicó.